EN PANDEMIA (2020-2021)
Trabajos en tres dimensiones (esculturas blandas, tejido)
ARTISTA VISUAL. Vive y trabaja en Buenos Aires, ARGENTINA.
PROYECTO
COTY GUAZÚ
El proyecto COTY GUAZÚ no está
terminado, ni lo estará. Lo que se ofrece en esta oportunidad, es una parte de las reflexiones sin fin sobre
los significantes y pliegues de la cultura mestiza que devenimos como pueblo a
partir del sincretismo de culturas en América Latina, en este caso entre los
originarios guaraníes y los colonizadores jesuitas.
El recorte que se aborda se
vincula con el devenir de la lengua guaraní, su omnipresencia en la cosmovisión
de ese pueblo, su fortaleza frente a la conquista y su resguardo, que, ejercido
por las mujeres guaraníes, corrió su misma suerte.
También se indaga en el lenguaje
visual expresado a partir de las pinturas corporales de sus integrantes,
recuperando un ritual posterior a la conquista mediante el cual se reparan las
heridas espirituales a través del dibujo y la palabra.
En este trabajo, quedan reunidos
diferentes textos escritos y visuales, como el “Vocabulario de la lengua
guaraní” del Padre Antonio Ruiz, de 1722; las indagaciones de vocación
etnográfica, de la Prof. Miranda Allende, en la zona de la Candelaria,
Provincia de Misiones, desde 1969; imágenes de la época, de la zona, de las
pinturas corporales (presentados mediante soportes electrónicos) y textiles que
además, forman parte de la performance a realizar en algunos momentos de la
muestra que propongo.
Desde mi relativamente reciente encuentro con el arte
textil contemporáneo he reparado en que la mayoría de las artistas que exploran
esta área del arte, son mujeres, como yo.
Inquieta por pensar en la convergencia en el
crecimiento de la cantidad de mujeres que se acercan al arte textil y al
feminismo, desde las más variadas posiciones, me puse a investigar. Me interesa
pensar estas cuestiones con una perspectiva regional, asumiendo el sincretismo
cultural que se produce con la colonización de América, incluso, al día de hoy.
Una de las líneas de trabajo es por supuesto,
histórica. En este sentido, el trabajo de carácter etnográfico que realizó la
Prof. Miranda Allende (activa desde los años ’60) en el litoral argentino, y
especialmente en lo atinente a la vida de los guaraníes en las misiones jesuíticas,
me ha permitido imaginar sobre las formas reunión de las mujeres y su
aprendizaje del textil, produciendo trabajos plásticos que me permiten manifestarme
sobre esto.
El cotyguazú
fue la versión misionera de la casa de recogimiento que tuvo auge en España y
América a partir del siglo XVI. Allí se alojaban solo mujeres (viudas, mujeres solas,
por ausencia de marido o desdeñadas por el fin de la poligamia, huérfanas,
delincuentes, en fin, personas que resultaban excedentes a la vida de la
misión) que vivían recluidas al cuidado de una celadora que las custodiaba bajo
llave, del lado de adentro de la estancia y un vigilante varón que lo hacía del
lado de afuera de la única puerta con la que contaba el recinto. Este en
general se ubicaba al lado del cementerio y allí convivían estas mujeres que
habían quedado “fuera del sistema”.
Ellas, como todas las mujeres de la misión (a la
sazón, guaraníes) se dedicaban al cuidado del hogar y los niños, a atender la
huerta comunal y a hilar y coser (a razón de 4 o 5 horas diarias). Solamente.
Todo dentro de las casas. A ellas se las vistió, se las catequizó, se prohibió
que aprendieran a leer y a escribir, también que aprendieran cualquier forma de
oficio manual que no fueran el hilo y la aguja, y tampoco se les permitió ejercer
sus conocimientos de medicina y sus lugares político (en las asambleas) o médicos
(como cuñapayé, chamanas).
Es decir, la adecuación de las mujeres indígenas al
modelo de la mujer europea que traían los misioneros (quienes las necesitaban
lejos de su tentación carnal y en los términos de lo que había quedado de
ellas, luego de las prácticas de la Baja Edad Media, la Modernidad con su
Reforma y Contrarreforma -en ejercicio pleno de la Inquisición-, para
adecuarlas al rol de reproductoras de mano de obra que demandaba el naciente
mercado), resultó catastrófico para sus vidas.
Desde ese lugar y luego de quebrada la primera
resistencia frontal que ejercieron especialmente las mujeres más añosas de la
comunidad, las guaraníes, a escondidas, mantuvieron viva su lengua, sus
tradiciones orales, los mitos, ritos y leyendas de su pueblo, que además, les
sirvió para -cuando luego de la expulsión de los jesuitas del continente-
adecuarse, sin mayores dificultades, en su regreso a la selva.
La huella de los jesuitas es indeleble en cuanto probó
la posibilidad de una integración de convivencia pacífica en un proyecto de
colonización, por definición violento, mas no genocida. Pero, la vida de las
mujeres se pauperizó en forma definitiva con el ingreso de este modelo
civilizatorio que tiene consecuencias hasta el día de hoy en toda la región.
Es posible pensar que en el encierro de esas
casas/reformatorio/convento/cárcel (cotyguazú)
se resguardaron lengua y saberes, incluso como forma de rebeldía ante la
exclusión social.
Respecto de la obra:
Me interesa explorar la relación que imbrica la palabra
con la imagen y viceversa, porque la encuentro ineludible, complementaria y
simbiótica.
Los guaraníes viven la palabra como generadora del
mundo. En la génesis, “Nuestro gran padre” (Ñamandú)
creó “La Palabra Creadora” (Ayvú) que
produjo la materia (todo lo conocido),
hasta ese punto es sagrada. Su lengua, a la llegada de los conquistadores se
hablaba desde Venezuela hasta el Río de la Plata, lindando con el imperio Inca
sobre los Andes. Los jesuitas entendieron esto muy rápidamente, aprendiendo el
idioma guaraní para enseñar el español.
La palabra, genera todo.
En esta oportunidad se presenta un proyecto de
instalación con objetos y performance donde se desarrolla el ritual “Rojevy Pe
Ñe’é Opyta Jakuera Akue (Recuperar la palabra para sanar)” que recogiera M. Allende en sus derivas por
la zona donde se instalaron las 30 misiones jesuíticas.
También obran textiles que recogen diseños de mapas de
principios del siglo XVIII y de partes del “Vocabulario de la lengua Guaraní”
del padre Antonio Ruiz del año 1722, que dan cuenta de la mirada enfrentada con
la naturaleza del hombre europeo -que le permite hacer mapas desde un punto de
vista que no forma parte de su posibilidad concreta-, como así también, la de
crear una lengua sobre la base de asignar signos escritos a una lengua
fonética.
La imaginación, genera mundos.
Laura Massoni, 2020.
Libro de artista (arcilla y transfer sobre lienzo)