domingo, 25 de julio de 2021

 

PROYECTO COTY GUAZÚ 

El proyecto COTY GUAZÚ no está terminado, ni lo estará. Lo que se ofrece en esta oportunidad,  es una parte de las reflexiones sin fin sobre los significantes y pliegues de la cultura mestiza que devenimos como pueblo a partir del sincretismo de culturas en América Latina, en este caso entre los originarios guaraníes y los colonizadores jesuitas.

El recorte que se aborda se vincula con el devenir de la lengua guaraní, su omnipresencia en la cosmovisión de ese pueblo, su fortaleza frente a la conquista y su resguardo, que, ejercido por las mujeres guaraníes, corrió su misma suerte.

También se indaga en el lenguaje visual expresado a partir de las pinturas corporales de sus integrantes, recuperando un ritual posterior a la conquista mediante el cual se reparan las heridas espirituales a través del dibujo y la palabra.

En este trabajo, quedan reunidos diferentes textos escritos y visuales, como el “Vocabulario de la lengua guaraní” del Padre Antonio Ruiz, de 1722; las indagaciones de vocación etnográfica, de la Prof. Miranda Allende, en la zona de la Candelaria, Provincia de Misiones, desde 1969; imágenes de la época, de la zona, de las pinturas corporales (presentados mediante soportes electrónicos) y textiles que además, forman parte de la performance a realizar en algunos momentos de la muestra que propongo.

Desde mi relativamente reciente encuentro con el arte textil contemporáneo he reparado en que la mayoría de las artistas que exploran esta área del arte, son mujeres, como yo.

Inquieta por pensar en la convergencia en el crecimiento de la cantidad de mujeres que se acercan al arte textil y al feminismo, desde las más variadas posiciones, me puse a investigar. Me interesa pensar estas cuestiones con una perspectiva regional, asumiendo el sincretismo cultural que se produce con la colonización de América, incluso, al día de hoy.

Una de las líneas de trabajo es por supuesto, histórica. En este sentido, el trabajo de carácter etnográfico que realizó la Prof. Miranda Allende (activa desde los años ’60) en el litoral argentino, y especialmente en lo atinente a la vida de los guaraníes en las misiones jesuíticas, me ha permitido imaginar sobre las formas reunión de las mujeres y su aprendizaje del textil, produciendo trabajos plásticos que me permiten manifestarme sobre esto.

El cotyguazú fue la versión misionera de la casa de recogimiento que tuvo auge en España y América a partir del siglo XVI. Allí se alojaban solo mujeres (viudas, mujeres solas, por ausencia de marido o desdeñadas por el fin de la poligamia, huérfanas, delincuentes, en fin, personas que resultaban excedentes a la vida de la misión) que vivían recluidas al cuidado de una celadora que las custodiaba bajo llave, del lado de adentro de la estancia y un vigilante varón que lo hacía del lado de afuera de la única puerta con la que contaba el recinto. Este en general se ubicaba al lado del cementerio y allí convivían estas mujeres que habían quedado “fuera del sistema”.

Ellas, como todas las mujeres de la misión (a la sazón, guaraníes) se dedicaban al cuidado del hogar y los niños, a atender la huerta comunal y a hilar y coser (a razón de 4 o 5 horas diarias). Solamente. Todo dentro de las casas. A ellas se las vistió, se las catequizó, se prohibió que aprendieran a leer y a escribir, también que aprendieran cualquier forma de oficio manual que no fueran el hilo y la aguja, y tampoco se les permitió ejercer sus conocimientos de medicina y sus lugares político (en las asambleas) o médicos (como  cuñapayé, chamanas).

Es decir, la adecuación de las mujeres indígenas al modelo de la mujer europea que traían los misioneros (quienes las necesitaban lejos de su tentación carnal y en los términos de lo que había quedado de ellas, luego de las prácticas de la Baja Edad Media, la Modernidad con su Reforma y Contrarreforma­ -en ejercicio pleno de la Inquisición-, para adecuarlas al rol de reproductoras de mano de obra que demandaba el naciente mercado), resultó catastrófico para sus vidas.

Desde ese lugar y luego de quebrada la primera resistencia frontal que ejercieron especialmente las mujeres más añosas de la comunidad, las guaraníes, a escondidas, mantuvieron viva su lengua, sus tradiciones orales, los mitos, ritos y leyendas de su pueblo, que además, les sirvió para -cuando luego de la expulsión de los jesuitas del continente- adecuarse, sin mayores dificultades, en su regreso a la selva.

La huella de los jesuitas es indeleble en cuanto probó la posibilidad de una integración de convivencia pacífica en un proyecto de colonización, por definición violento, mas no genocida. Pero, la vida de las mujeres se pauperizó en forma definitiva con el ingreso de este modelo civilizatorio que tiene consecuencias hasta el día de hoy en toda la región.     

Es posible pensar que en el encierro de esas casas/reformatorio/convento/cárcel (cotyguazú) se resguardaron lengua y saberes, incluso como forma de rebeldía ante la exclusión social.

 

Respecto de la obra:

Me interesa explorar la relación que imbrica la palabra con la imagen y viceversa, porque la encuentro ineludible, complementaria y simbiótica.

Los guaraníes viven la palabra como generadora del mundo. En la génesis, “Nuestro gran padre” (Ñamandú) creó “La Palabra Creadora” (Ayvú) que produjo la materia (todo lo conocido), hasta ese punto es sagrada. Su lengua, a la llegada de los conquistadores se hablaba desde Venezuela hasta el Río de la Plata, lindando con el imperio Inca sobre los Andes. Los jesuitas entendieron esto muy rápidamente, aprendiendo el idioma guaraní para  enseñar el español.

La palabra, genera todo.

En esta oportunidad se presenta un proyecto de instalación con objetos y performance donde se desarrolla el ritual “Rojevy Pe Ñe’é Opyta Jakuera Akue (Recuperar la palabra para sanar)”  que recogiera M. Allende en sus derivas por la zona donde se instalaron las 30 misiones jesuíticas.

También obran textiles que recogen diseños de mapas de principios del siglo XVIII y de partes del “Vocabulario de la lengua Guaraní” del padre Antonio Ruiz del año 1722, que dan cuenta de la mirada enfrentada con la naturaleza del hombre europeo -que le permite hacer mapas desde un punto de vista que no forma parte de su posibilidad concreta-, como así también, la de crear una lengua sobre la base de asignar signos escritos a una lengua fonética.

La imaginación, genera mundos.

 

Laura Massoni, 2020.


Libro de artista (arcilla y transfer sobre lienzo)








Mapas y Textos (lienzo bordado)





Bocetos (lápiz sobre papel)






















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